Dios queriendo...
El siglo XVI es el siglo de oro del catolicismo en España, momento en el que se realiza la identificación entre Iglesia y Estado, empeñados ambos en lograr la unidad y la pureza de la fe.
El fervor religioso es inmenso. Todo el acontecer del hombre está transido de religión, incluso la vida más alejada de la espiritual, cual puede ser la económica. La proliferación de monasterios y cofradías, la publicación de libros religiosos o el aumento de vocaciones son pruebas de este auge. Sobre los hombres está la Providencia: Dios lo inunda todo. El sentimiento providencialista afecta incluso a la concepción de la historia, como la creencia de que Dios reservó las Indias a España. También las arriadas, las pestes, los huracanes y tantas otras calamidades que son consideradas castigos divinos.
En la Providencia confía el agricultor, el artesano, el comerciante y el marino. A Dios se le impetra de continuo. Dios queriendo, lo que Dios quiere son locuciones documentales que enlazan el materialismo de un contrato con ese Ser espiritual al que se teme y a quien se ruega.
El omnipresente poder de la Iglesia
Dos fenómenos ultramarinos determinan cambios en la jurisdicción de la archidiócesis hispalense: la incorporación total de las Islas Canarias a finales del siglo XVI y la del Nuevo Mundo. Surgen entonces nuevos Obispados que dependen de Sevilla, modelo y metrópoli en el caso americano. Sevilla es el ejemplo para la organización allende el mar y semillero donde se forman y donde convergen los evangelizadores.
Amplitud jurisdiccional y medios hacen del Arzobispado de Sevilla algo único. Su convento jurídico en las postrimerías del siglo abarca tres iglesias colegiatas, cuatro prioratos, 28 parroquias en la capital y 200 fuera de ella, 38 ermitas, 19 monasterios de frailes y otros tantos de monjas en la ciudad y 78 en el resto del arzobispado, 35 cofradías en Sevilla y 217 fuera de la ciudad, dos colegios y dos estudios.
En el siglo XVI Sevilla está dividida, en lo eclesiástico, en parroquias. La parroquia, que a veces se confunde con la colación, está formada por el cura párroco, beneficiados, capellanes, ministros, servidores y feligreses, y a todas las parroquias preside Santa María la Mayor, cuya cura de almas pertenece al Cabildo Catedralicio.
Religión y herejía
Sevilla se constituye en crisol y retorta de todo. No en vano en su seno conviven varios grupos antagónicos desde el punto de vista racial y religioso, y no en balde es un gran puerto abierto a todos los aires del mundo. Ese alto clima religioso, con sus naturales contrastes, paganismos y herejías, es obra de diversas circunstancias. Una de ellas, la existencia dentro del mismo país de judíos y moriscos, enemigos que tendrán su proyección en el exterior por obra del protestantismo.
Sin duda la religión es una cuestión polémica. Polémica en torno a la suerte de las minorías étnico-religiosas inasimilables, polémica en torno a Erasmo, Lutero y sus seguidores; y polémica sobre determinados dogmas, como el de la Inmaculada Concepción.




La Santa Inquisición
Esta gran Babilonia es sin duda el lugar ideal para la presencia y difusión de ideologías no católicas, y por lo tanto, el emplazamiento perfecto para el Tribunal permanente de la Santa Inquisición. Antes de ser trasladada al imponente Castillo de San Jorge, a orillas del Guadalquivir, la Inquisición establece en 1481 su primera sede en el Convento de San Pablo, siendo prior el dominico Fray Alonso de Ojeda.
Sevilla es un escenario privilegiado para el Santo Oficio. Aquí se aprueban las Instrucciones Antiguas ―sus primeras reglas―, además la ciudad cuenta a lo largo del siglo XVI con importantes inquisidores generales, como Alonso Manrique, Fernando Valdés o Fernando Niño de Guevara.
El Tribunal tiene como función principal la vigilancia de la heterodoxia. En su punto de mira están los falsos conversos, los herejes y blasfemos, los hechiceros... Pero pronto entra a formar parte de su celo la moralidad, y con ella la persecución a usureros, a ladrones y a aquellos que cometan el pecado nefando. Sobre todos sobrevuela la sombra del Auto de fe y las llamas de la hoguera en las Gradas de la Catedral, la Plaza de San Francisco o la Iglesia de Santa Ana.
Gremios, hermanos y cofrades
La riqueza y la polivalencia de las hermandades, en Andalucía en general y en Sevilla en particular, rebasa con mucho la consideración religiosa o de creencias, pues tiene mucho que ver con la propia estructura social.
Durante la Baja Edad Media la organización de la sociedad está reflejada en la estructura asociativa a través de hermandades religiosas. Cada gremio tiene su propia hermandad con sus propios patronos religiosos y sus actos de culto, por lo que es muy difícil separar dónde termina el gremio y dónde empieza la hermandad. Las hermandades suponen la aceptación de sus miembros por el conjunto de la sociedad y la posibilidad de ser interlocutores con los poderes de la ciudad. En ocasiones, las hermandades llevan al propio arzobispo ante los tribunales civiles si entienden que han sido transgredidos sus reglamentos o no respetada su autonomía.
Gran parte de las cofradías actuales tienen su raíz en el siglo XVI, como la Hermandad de Los Negritos. Y es en este siglo, en 1521, cuando se instituye el Vía Crucis a la Cruz del Campo, considerado el origen de la Semana Santa.