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Puerto y puerta de Indias

Puerto y puerta de las Indias, al decir de Lope, Sevilla se convierte desde la primera mitad del XVI en un auténtico emporio. Los diversos organismos estatales que nacen a raíz de esa espectacular expansión económica vertebran ese enorme engranaje comercial y mercantil que crece a la vez que lo hace el tráfico con las Indias. La Casa de Contratación, por ejemplo, centraliza la mayor parte de las gestiones relacionadas con el intenso tráfico transoceánico. Y el Consulado de Mercaderes, que termina teniendo su sede en el actual Archivo General de Indias, acoge a todos los hombres de negocios no extranjeros que comercian con el nuevo Mundo.

El tan traído y llevado monopolio de Sevilla no lo es a este respecto de modo riguroso. Pero aun contando con esas relativas limitaciones ―que tanto van a ir favoreciendo a Sanlúcar de Barrameda, Cádiz y el Puerto de Santa María―, la capital hispalense puede ser considerada como el más privilegiado puente económico y político, humano y cultural, tendido entre el Viejo y el Nuevo Mundo.

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Ver Ordenanzas de la Casa de la Contratación.
Publicadas por Francisco de Lyra, 1647.
Biblioteca de la Universidad de Sevilla.

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Ver América Sive India Nova.
Michael Mercator, 1606.
Biblioteca de la Universidad de Sevilla.

El Régimen de Flotas

A partir de 1561, se prohíbe que la Carrera de Indias sea realizada por navíos en solitario. Las acechanzas de piratas y los peligros meteorológicos ocasionan cada vez más pérdidas de naves y hombres. La travesía del Atlántico a solas es, verdaderamente, una muy arriesgada aventura.  Así que los jueces de la Casa de la Contratación ―reunidos con distintos consejeros de la Ramada, el Consulado, la Universidad de Mareantes y los señores de naos― deciden finalmente que el viaje a las Indias se haga en régimen de flotas, mandadas por un almirante y un capitán general. 

Así, desde 1564, quedan establecidas dos flotas anuales que tienen como punto de partida Sevilla: una en abril hacia Nueva España (Veracruz) y otra en agosto hacia Tierra Firme (Nombre de Dios y Portobelo). Desde 1571, se organiza también el llamado Galeón de Manila, una línea comercial que enlaza Acapulco con las islas Filipinas. 

Este sistema de flotas se mantiene hasta el siglo XVIII con un funcionamiento muy irregular. La climatología no suele ser una fiel aliada y las fechas establecidas se incumplen con harta frecuencia.



Llegaron los productos, llegaron las palabras

Resulta innegable que los emigrantes sevillanos o bajo andaluces que se establecen en las Indias ―primero en las Antillas y luego en Tierra Firme― se llevan con ellos, entre otras muchas cosas, su arquitectura popular y sus hábitos culturales, sus ardores religiosos y sus tácticas de rapiña, su folklore musical y sus gustos culinarios, sus artes y sus oficios. Y también importan, por supuesto, su norma lingüística propia, que contamina a otros emigrantes andaluces.

Los nativos americanos aprenden a hablar castellano a través de esos rasgos distintivos ―fonéticos, léxicos y gramaticales― del habla o las hablas andaluzas. Surge así una modalidad o una base lingüística que sirve de sostén a las formas dialectales hispanoamericanas propiamente dichas. El seseo, el frecuente empleo de apócopes, la h aspirada, la eliminación de la r, la l o la s al final de palabra, la confusión entre la ll y la y o entre la s y la j, la pérdida de la d intervocálica, son otros hábitos fonéticos usados en América procedentes de la Baja Andalucía y que, en general, constituyen arcaísmos o normas que ya no existen en otros ámbitos peninsulares.

Una capital de compra y venta

En el siglo XVI la actividad económica de Sevilla es más mercantil que industrial. La base y razón de su vida económica está en su condición de ciudad-puerto y ciudad-mercado.

El contacto con el exterior es constante. La petición de manufacturas y productos no falta y, sin embargo, no cuaja el músculo industrial. Fuera de la ciudad existen fábricas aceiteras, harineras y vinícolas, derivadas de sus productos agrícolas. Dentro de la ciudad funcionan dos tipos de fábricas: unas menores o artesanales, representadas por los conocidos gremios, y otras mayores. En ese sentido Sevilla posee un número reducido de industrias tradicionales (naval, textil, cerámica y jabón) que cobran un mayor ritmo con la apertura al Nuevo Mundo pero que no llegan a eclosionar. Estas industrias se acomodan a las propias necesidades de la ciudad sin diversificarse, sin ampliarse y sin modernizarse.

 La ciudad se muestra así impotente para crear una gran industria capaz de satisfacer las exigencias del exterior, limitándose a ser un gran mercado agrícola, intérlope, una gran feria artesanal, con almacenes, familias de mercaderes y unos pocos bancos.

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