Sevilla, Nova Roma
En el siglo XVI, el eje económico medieval Occidente-Oriente se ve desplazado por el de Antiguo Mundo-Nuevo Mundo. Y Sevilla será el centro de ese nuevo eje. Los sevillanos sueñan con convertir su ciudad en la Nova Roma, una nueva caput imperii. Un sueño que será espoleado por la boda del Emperador Carlos V con la princesa Isabel de Portugal en 1526.
La ciudad vive entonces una fiebre constructora para adquirir las infraestructuras que este epicentro del comercio global requiere: la Lonja de Mercaderes, la Real Casa de la Moneda o la Aduana, ejemplos de gran clasicismo y funcionalidad. También se renuevan todas las puertas de la muralla, ya fueran baluartes islámicos defensivos o arcos triunfales encajados en el lienzo.
La regeneración alcanza la arquitectura doméstica. Las casas medievales musulmanas ―celosas de su intimidad, cerradas al exterior y volcadas hacia el patio― dan paso a casas abiertas mediante huecos en las fachadas que exhiben la heráldica del propietario.
Edificaciones dispares en lo estilístico pero idénticas en su voluntad de romanitá, más allá de cualquier contaminación islámica.
Oro y barro
Esta suerte de revolución que experimenta Sevilla se produce en la llamada «fase del oro» del Descubrimiento, una época casi mítica de exaltación y optimismo. Efectivamente, el oro (que, como decía Colón, «es cosa santísima») deja una huella indeleble en la ciudad.
Pero no es oro todo lo que reluce y, aunque la ciudad se convierte en una tierra de oportunidades a la que acuden personas de toda Europa, la mayoría de la población de a pie sigue esperando la llegada de esa riqueza con lo pies hundidos en el barro.
Habitantes de una ciudad abierta
Como capital oficiosa de las colonias americanas, la Sevilla del siglo XVI es un irresistible polo de atracción. Gran metrópoli donde confluyen hombres y mujeres de la más diversa procedencia: inmigrantes de la península, gentes de mar, viajeros de toda Europa, mercaderes (genoveses, pisanos, venecianos…), banqueros, soldados, artesanos, clérigos, nobles, burgueses, esclavos, pícaros… Una población étnicamente plural y culturalmente diversa para habitar esa nueva Sevilla cosmopolita. Una urbe de Ida y Vuelta.
Mundo noble, mundo pobre
Una Sevilla de contrastes. La ciudad de aquellos que disfrutan de la prosperidad, frente a la de aquellos que sólo ven pasar la bonanza ante sus ojos. El enriquecimiento tiene como protagonista a una minoría muy escasa de privilegiados: nobleza rentista, alta burguesía y comerciantes. La inmensa mayoría de la población, humilde y de clase trabajadora, tiene como horizonte la supervivencia. Una vida marcada por el hambre y por unas condiciones que dejan mucho que desear.
Luces y sombras
La crudeza del día a día se ve interrumpida con celebraciones de toda índole. La ciudad entera abraza los festejos con clamor, con ganas de romper la rutina y olvidar así las penurias cotidianas.
Los espacios públicos se transforman para dar paso al bullicio y las ganas de celebración de los sevillanos y sevillanas, como bien describió Lope de Vega en El arenal de Sevilla:
FORASTERO
¿Esto hay en el arenal?¡Oh, gran máquina Sevilla!ALVARADO
¿Esto solo os maravilla?FORASTERO
Es a Babilonia igual.ALVARADO
Pues aguardad una flotay veréis toda esta arenade carros de plata llena,que imaginarlo alborota.El arenal de Sevilla (Lope de Vega,1618).